viernes, 21 de noviembre de 2008

Un Manifiesto Ateo Parte II

Si no lo han hecho, lean la primera parte de este artículo.

Manifiesto: (sustantivo masculino) una declaración pública de intenciones.

An Atheist Manifesto por Sam Harris (2005)
Traducción Juan Valenzuela

La naturaleza de la Creencia
De acuerdo a varias encuestas recientes, el 22% de los estadounidenses están seguros de que Jesús volverá a la Tierra en algún momento dentro de los próximos 50 años. Otro 22% cree que probablemente vuelva. Este es probablemente el mismo 44% que va a la iglesia al menos una vez por semana, que cree que dios literalmente prometió la tierra de Israel a los Judíos y que quieren dejar de enseñar el hecho biológico de la evolución a nuestros hijos. Así como el Presidente Bush está muy consciente, este tipo de creyentes significan el segmento más cohesivo y motivado del electorado estadounidense. En consecuencia, sus puntos de vista y prejuicios ahora influyen casi todas las decisiones de importancia nacional. Los políticos liberales parecen haber aprendido la lección equivocada acerca de estos sucesos y ahora hojean las Escrituras, preguntándose como ganarse a las legiones de hombres y mujeres de nuestro país que votan en su mayoría basados en dogma religioso. Más del 50% de los estadounidenses tienen una imagen "negativa" o "altamente negativa" de la gente que no cree en dios; 70% piensa que es importante que los candidatos presidenciales sean "sumamente religiosos". La irracionalidad está en aumento en los Estados Unidos -- en nuestras escuelas, en nuestras cortes y en cada rama del gobierno federal. Solo el 28% de los estadounidenses creen en la evolución; 68% creen en Satanás. Ignorancia de este grado, concentrada tanto en la cabeza como las entrañas de una pesada superpotencia, es ahora un problema para el mundo entero.

Aunque es lo suficientemente fácil para las personas inteligentes el criticar a los religiosos fundamentalistas, algo llamado "moderación religiosa" aún disfruta de un inmenso prestigio en nuestra sociedad, incluso en la torre de marfil. Esto es irónico, pues los fundamentalistas tienden a hacer un uso más basado en principios que los "moderados". Mientras que los fundamentalistas justifican sus creencias religiosas con evidencia y argumentos extraordinariamente pobres, al menos ellos hacen un intento por justificarse racionalmente. Los moderados por otra parte, generalmente hacen nada más que recitar las buenas consecuencias de la creencia religiosa. En vez de decir que creen en dios debido a que alguna profecía religiosa se ha hecho realidad, los moderados dirán que creen en dios porque esta creencia "les da sentido a sus vidas". Cuando un tsunami mató a cientos de miles de personas el día después de Navidad, los fundamentalistas rápidamente interpretaron este cataclismo como evidencia de la ira de dios. Según esto, dios estaba enviando otro mensaje indirecto a la humanidad acerca de las maldades del aborto, idolatría y homosexualidad. Aunque más obscena, esta interpretación de los eventos es de hecho más razonable, dadas ciertas (ridículas) suposiciones. Los moderados, por otro lado, se niegan a sacar ninguna conclusión acerca de las acciones de dios. Dios sigue siendo un perfecto misterio, una mera fuente de consolación que es compatible con la maldad más desoladora. Al verse con desastres como el tsunami de Asia, la devoción liberal está lista para producir la más empalagosa y pasmosa estúpidez imaginable. Aún así, hombres y mujeres de buena voluntad naturalmente prefieren estas vacuidades en vez de la odiosa moralización y profetización de los verdaderos creyentes. Entre las catástrofes, es realmente una virtud de la teología liberal el enfatizar la piedad sobre la ira. Sin embargo, vale la pena hacer notar que lo mostrado es piedad humana -- no la de dios -- cuando los cuerpos hinchados de los muertos son sacados del mar. En días cuando miles de niños son simultaneamente arrancados de los brazos de sus madres y casualmente ahogados, la teología liberal debe mostrarse por lo que es -- el más puro de los pretextos mortales. Incluso cuando la teología de la ira tiene más mérito. Si dios existe, su voluntad no es misteriosa. La única cosa misteriosa en estos terribles eventos es que tantos hombres y mujeres neurológicamente sanos puedan creer lo increíble y pensar que esto es la cúspide de la sabiduría moral.

Es completamente absurdo que los religiosos moderados sugieran que un ser humano racional pueda creer en dios simplemente porque esta creencia lo hace feliz, le mitiga su miedo a la muerte o le da sentido a su vida. Lo absurdo se vuelve obvio en el momento que intercambiamos la noción de dios por algún otra propuesta consoladora: Por ejemplo, imaginen que un hombre quiere creer que hay un diamante enterrado en algún lugar de su patio y que éste es del tamaño de un refrigerador. Sin duda, se sentiría muy bien creer esto. Ahora imaginen que pasaría si entonces él siguiera el ejemplo de los religiosos moderados y mantuviera esta creencia de una forma pragmática: Cuando se le pregunta por qué cree que hay un diamante en su patio is miles de veces más grande que cualquier otro descubierto hasta entonces, él responde diciendo algo como "Esto le da sentido a mi vida", o "Mi familia y yo disfrutamos escavar para encontrarlo los fines de semana", o "No quisiera vivir en un universo donde no haya un diamante del tamaño de un refrigerador enterrado en mi patio". Claramente estas respuestas son inadecuadas, pero pero son peor que eso, son las respuestas de un loco o un idiota.

Aquí podemos ver porque la apuesta de Pascal, el salto de fe de Kierkegaard y otras por el estilo no servirían. Creer que dios existe es creer que uno tiene alguna relación a su existencia de tal forma que su existencia es en si misma la razón para la creencia. Debe haber alguna conexión casual o la apariencia de una entre el hecho en cuestión y la aceptación de esto de parte de la persona. De esta forma podemos ver que las creencias religiosas, que son en si creencias acerca de como es el mundo, deben ser de cierta forma tan evidentes como cualquier otra. Aún con todos sus pecados contra la razón, los fundamentalistas religiosos entienden esto; los moderados -- casi por definición -- no.

La incompatibilidad de la razón y la fe ha sido una propiedad muy evidente del conocimiento humano y discursos públicos por siglos. Una persona tiene buenas razones para lo que fervientemente cree o no las tiene en absoluto. Gente de todos los credos reconocen naturalmente la primacía de razones y buscan en el razonamiento y evidencia en donde les sea posible. Cuando averiguaciones racionales apoyan la creencia, éstas siempre son defendidas; cuando representan una amenaza, éstas son ridiculizadas; algunas veces en la misma frase. Solo cuando la evidencia a favor de una doctrina religiosa es leve o no existente, o existe evidencia imponente en contra, es cuando sus devotos invocan a la "fe". De otra forma, ellos solo recitan razones para sus creencias (p.e. "El nuevo testamento confirma la profecía del viejo testamento", "Vi la cara de Jesús en una ventana", "Rezamos y el cáncer de nuestra hija entró en remisión"). Estas razones son generalmente inadecuadas pero son mejores que ninguna razón en los absoluto. La fe no es más que el permiso que los religiosos se dan a si mismos para seguir creyendo cuando las razones fallan. En un mundo ha sido despedazado por creencias religiosas mutuamente incompatibles, en una nación que ha incrementalmente creciendo apegándose a nociones de dios de la Edad de Hierro, al final de la historia y a la inmortalidad del alma, esta perezoza partición de nuestro discurso en temas de la razón y temas de la fe es ahora concientemente inaceptable.

Sigue leyendo: Parte III.

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