Después de meses de espera y falsas alarmas, por fin llegó la tan necesitada lluvia ayer por la noche. A eso de las 20 horas el viento levantaba una polvareda (por lo menos por donde yo vivo) y las nubes empezaban a verse muy amenazadoras.
Para nosotros los hermosillenses, contrario al resto del mundo, una tormenta es un buen augurio y es un clima que nos pone de buen humor. Por eso mi esposa sugirió ir a caminar y comenzó a alistarse para hacerlo. En ese momento, empezó el tintineo de las primeras gotas y aunque por un instante ella pareció decepcionada por tener que cancelar la caminata, la llegada de la lluvia era razón para festejar a pesar de arruinar cualquier plan.
No pasaron un par de minutos cuando se dio el primer apagón. Luego el segundo, el tercero y algunos cuantos más antes de que dejara de contarlos. Ninguno duro más de unos segundos, pero fueron suficientes para dejar apagados todos los aparatos eléctricos, incluyendo aire acondicionado y abanico, para abrir las ventanas en las cuales no entraba la lluvia.
Ésta no duró mucho, pero fue lo suficientemente fuerte para tener que estar revisando los techos en busca de goteras. Al ser ésta nuestra primera lluvia desde que nos mudamos, queríamos saber si iba a entrar agua por algún lado. Por suerte, los techos parecen haber pasado la prueba, pero algunas ventanas van a necesitar una resellada pues tenían filtración. Nada grave, pero si les toca la lluvia de frente y durante mucho tiempo, podrían ser un problema.
Esperemos que sigan las lluvias para que mitiguen el calor y rehidraten al estado.
Para nosotros los hermosillenses, contrario al resto del mundo, una tormenta es un buen augurio y es un clima que nos pone de buen humor. Por eso mi esposa sugirió ir a caminar y comenzó a alistarse para hacerlo. En ese momento, empezó el tintineo de las primeras gotas y aunque por un instante ella pareció decepcionada por tener que cancelar la caminata, la llegada de la lluvia era razón para festejar a pesar de arruinar cualquier plan.
No pasaron un par de minutos cuando se dio el primer apagón. Luego el segundo, el tercero y algunos cuantos más antes de que dejara de contarlos. Ninguno duro más de unos segundos, pero fueron suficientes para dejar apagados todos los aparatos eléctricos, incluyendo aire acondicionado y abanico, para abrir las ventanas en las cuales no entraba la lluvia.
Ésta no duró mucho, pero fue lo suficientemente fuerte para tener que estar revisando los techos en busca de goteras. Al ser ésta nuestra primera lluvia desde que nos mudamos, queríamos saber si iba a entrar agua por algún lado. Por suerte, los techos parecen haber pasado la prueba, pero algunas ventanas van a necesitar una resellada pues tenían filtración. Nada grave, pero si les toca la lluvia de frente y durante mucho tiempo, podrían ser un problema.
Esperemos que sigan las lluvias para que mitiguen el calor y rehidraten al estado.